24 may 2014

Intriga y discordia entre los insurgentes



"En el verano de 1814, un grupo de insurgentes que obedecían a Juan Nepomuceno Rosáins, quien se había desempeñado como secretario del cura José María Morelos, incendió el poblado de San Andrés, en los límites de las provincias de Veracruz y Puebla. Se trató de una campaña alevosa, dirigida contra la población civil, y como clara venganza contra las acciones del enemigo. Poco después, el 27 de julio, las fuerzas de Rosáins sufrieron una dolorosa derrota en la feroz batalla del Cañón de Jamapa. Hasta aquí, no hay nada extraordinario. Todas las guerras muestran escenarios como los descritos, incluido el asedio contra pueblos y personas que no son combatientes. Lo que tal vez sí sorprenda al lector, es que las tropas a las que se enfrentaban los insurgentes de Rosáins no eran ni el ejército virreinal ni las fuerzas expedicionarias que habían llegado de España para sofocar la revolución sino que también eran insurgentes. De hecho, la gente de San Andrés era leal a Guadalupe Victoria"
La cita anterior nos muestra que las diferencias entre personas de una misma facción no son una novedad. Las luchas por el poder o simplemente por tener distintas visiones de una misma cosa han existido siempre, incluso con los héroes de nuestra Independencia. Sucedió entre Miguel Hidalgo e Ignacio Allende --y se ha escrito sobre su intento de envenenar al cura del Dolores--, y también con José María Morelos e Ignacio López Rayón.
A lo largo de este mes profundizaremos en las disputas y conflictos que los enfrentaron, los graves desacuerdos que, en plena guerra, se vieron obligados a dirimir. Y lo común sería decir que la disputa tenía como base la ambición personal, la pugna por el liderazgo de la insurgencia. Sin embargo, las cosas eran mucho más complicadas y poco se ha divulgado sobre las razones ideológicas de aquella disputa.
Se trataba del enfrentamiento, velado en plena guerra, entre dos proyectos de nación totalmente divergentes: de un lado se hallaban los que pensaban que debía ponerse límites al absolutismo del rey, y por lo tanto que la patria fuese gobernada por una monarquía moderada, como era el caso de Allende y Rayón; pero Hidalgo y Morelos tenían otra visión muy distinta del futuro, veían en las instituciones repúblicanas, en la sobernía popular depositada en un Congreso general, el fundamento del bienestar del pueblo, y esa pugna significaba desemboques distintos de la guerra: pactar con el rey de España, Felipe II, y aceptarlo como gobernante, o desterrar para siempre la monarquía. Y eso significaba, al mismo tiempo, modos distintos de ver la independencia.
En el artículo, "Allende e Hidalgo, secreto a voces de un liderazgo desleal", María del Carmen Vázquez Mantecón nos cuenta que, a pesar de que Allende reconoció a Hidalgo como el primer jefe del ejército insurgente, tenía una opinión diferente sobre el proyecto que imaginaba para esta nueva nación. En las declaraciones que hizo Allende cuando estuvo preso podemos encontrar que uno de los puntos más grandes de desacuerdo fue el : "asunto de la lealtad o no hacia Fernando VII, para quien, según Allende, él siempre quiso “conservar esta América”, además de considerarlo “el principal objeto de la insurrección”, mientras que –dijo– para Hidalgo, desde que andaban por Valladolid ya no era de su agrado “que se mentase el nombre de S. M.”, y agregó lo que habría dicho el editor del periódico El Despertador Americano, esto es, que en sus páginas ya no se exhibía el nombre de Fernando porque a Hidalgo ya no le parecía bien contar con él."  Este punto resultó tan importante que Allende incluso pensó "darle un veneno para cortar esa idea suya y otros males que estaba causando como los asesinatos que de su orden se ejecutaban […] con los muchos más que amenazaba su despotismo”.  No lo logró debido a la desconfianza que Hidalgo sentía hacia él.
Otro punto de conflicto entre ambos fue cuando Hidalgo decidió "iberar a los presos e incorporarlos al ejército, por aprobar los saqueos, por no combatir el desorden y la indisciplina en las tropas, por aceptar a todo tipo de gentes en la lucha, y entre otras cosas más porque en Guadalajara “se trataba de Alteza Serenísima”
Por su parte, Hidago culpó a Allende de haber decidido los asesinatos de Matehuala y de que “perdida la acción de Puente de Calderón en Guadalajara, y retirándose sobre Zacatecas, fue alcanzado en la hacienda de Pabellón, […] amenazado por el mismo Allende y algunos otros de su facción, de que se le quitaría la vida si no renunciaba al mando en Allende, lo que hubo de hacer, y lo hizo verbalmente y sin ninguna otra formalidad”. Agregó que desde ese momento “la facción contraria” no dejó de observarlo e incluso que oyó decir que se había dado la orden “de que se le matase si se separaba del ejército, lo mismo que contra Abasolo y el nombrado general Iriarte”
Desde el momento en que Hidalgo usa la expresión "otra facción" queda claro que el movmiento de insurgencia no fue homogéneo sino que, además de luchar contra las fuerzas peninsulares, tenían tabién que pelear en otros frentes, contra ellos mismos.

Para leer más: Allende e Hidalgo, secreto a voces de un liderazgo desleal

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