"En el verano de 1814, un grupo de insurgentes que obedecían a Juan
Nepomuceno Rosáins, quien se había desempeñado como secretario del cura José
María Morelos, incendió el poblado de San Andrés, en los límites de las
provincias de Veracruz y Puebla. Se trató de una campaña alevosa, dirigida
contra la población civil, y como clara venganza contra las acciones del
enemigo. Poco después, el 27 de julio, las fuerzas de Rosáins sufrieron una
dolorosa derrota en la feroz batalla del Cañón de Jamapa. Hasta aquí, no hay
nada extraordinario. Todas las guerras muestran escenarios como los descritos,
incluido el asedio contra pueblos y personas que no son combatientes. Lo que
tal vez sí sorprenda al lector, es que las tropas a las que se enfrentaban los
insurgentes de Rosáins no eran ni el ejército virreinal ni las fuerzas
expedicionarias que habían llegado de España para sofocar la revolución sino
que también eran insurgentes. De hecho, la gente de San Andrés era leal a
Guadalupe Victoria"
La cita anterior nos muestra que las diferencias entre personas de una
misma facción no son una novedad. Las luchas por el poder o simplemente por
tener distintas visiones de una misma cosa han existido siempre, incluso con
los héroes de nuestra Independencia. Sucedió entre Miguel Hidalgo e Ignacio
Allende --y se ha escrito sobre su intento de envenenar al cura del Dolores--, y también con José María Morelos e Ignacio López Rayón.
A lo largo de este mes profundizaremos en las disputas y conflictos que
los enfrentaron, los graves desacuerdos que, en plena guerra, se vieron obligados a dirimir. Y lo común sería decir que la disputa tenía como base la ambición
personal, la pugna por el liderazgo de la insurgencia. Sin embargo, las cosas
eran mucho más complicadas y poco se ha divulgado sobre las razones ideológicas de aquella disputa.
Se trataba del enfrentamiento, velado en plena guerra, entre dos proyectos
de nación totalmente divergentes: de un lado se hallaban los que pensaban que
debía ponerse límites al absolutismo del rey, y por lo tanto que la patria
fuese gobernada por una monarquía moderada, como era el caso de Allende y
Rayón; pero Hidalgo y Morelos tenían otra visión muy distinta del futuro, veían
en las instituciones repúblicanas, en la sobernía popular depositada en un
Congreso general, el fundamento del bienestar del pueblo, y esa pugna
significaba desemboques distintos de la guerra: pactar con el rey de España,
Felipe II, y aceptarlo como gobernante, o desterrar para siempre la monarquía. Y
eso significaba, al mismo tiempo, modos distintos de ver la independencia.
En el artículo, "Allende e Hidalgo, secreto a voces de un liderazgo desleal", María del
Carmen Vázquez Mantecón nos cuenta que, a pesar de que Allende reconoció a
Hidalgo como el primer jefe del ejército insurgente, tenía una opinión
diferente sobre el proyecto que imaginaba para esta nueva nación. En las
declaraciones que hizo Allende cuando estuvo preso podemos encontrar que uno de
los puntos más grandes de desacuerdo fue el : "asunto de la lealtad o no
hacia Fernando VII, para quien, según Allende, él siempre quiso “conservar esta
América”, además de considerarlo “el principal objeto de la insurrección”,
mientras que –dijo– para Hidalgo, desde que andaban por Valladolid ya no era de
su agrado “que se mentase el nombre de S. M.”, y agregó lo que habría dicho el
editor del periódico El Despertador Americano, esto es, que en sus páginas ya
no se exhibía el nombre de Fernando porque a Hidalgo ya no le parecía bien
contar con él." Este punto resultó
tan importante que Allende incluso pensó "darle un veneno para cortar esa
idea suya y otros males que estaba causando como los asesinatos que de su orden
se ejecutaban […] con los muchos más que amenazaba su despotismo”. No lo logró debido a la desconfianza que
Hidalgo sentía hacia él.
Otro punto de conflicto entre ambos fue cuando Hidalgo decidió "iberar
a los presos e incorporarlos al ejército, por aprobar los saqueos, por no
combatir el desorden y la indisciplina en las tropas, por aceptar a todo tipo
de gentes en la lucha, y entre otras cosas más porque en Guadalajara “se
trataba de Alteza Serenísima”
Por su parte, Hidago culpó a Allende de haber decidido los asesinatos de
Matehuala y de que “perdida la acción de Puente de Calderón en Guadalajara, y
retirándose sobre Zacatecas, fue alcanzado en la hacienda de Pabellón, […]
amenazado por el mismo Allende y algunos otros de su facción, de que se le
quitaría la vida si no renunciaba al mando en Allende, lo que hubo de hacer, y
lo hizo verbalmente y sin ninguna otra formalidad”. Agregó que desde ese
momento “la facción contraria” no dejó de observarlo e incluso que oyó decir
que se había dado la orden “de que se le matase si se separaba del ejército, lo
mismo que contra Abasolo y el nombrado general Iriarte”
Desde el momento en que Hidalgo usa la expresión "otra facción"
queda claro que el movmiento de insurgencia no fue homogéneo sino que, además
de luchar contra las fuerzas peninsulares, tenían tabién que pelear en otros
frentes, contra ellos mismos.
Para leer más: Allende e Hidalgo, secreto a voces de un liderazgo desleal
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